Un año más, el Festival
Internacional de Ballet del Teatro
Mariinsky de San Petersburgo ha brillado y sorprendido a propios y extraños
con una programación variada y de gran calidad. Del 13 al 22 de marzo, las
obras más destacadas del repertorio clásico y neoclásico hicieron las delicias
del público en los maravillosos escenarios de los dos teatros del Mariinsky.
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Tereshkina. Legend of Love. Foto: Jack Devant |
Cristina Ribé
Teatro histórico de ópera y ballet, el Mariinsky es actualmente
sede del célebre Ballet Mariinsky (llamado Ballet Kirov durante la época soviética).
Debe su nombre a María
Aleksándrovna, esposa del zar Alejandro II de Rusia y promotora del mismo. Fue
construido entre 1859 y 1860 por el arquitecto Alberto Cavos, inspirado en la ópera de Dresde. La
historia del Teatro se remonta a la fundación en 1783 del teatro Bolshoi Kàmeni cuyo repertorio fue transferido en
1886 al Teatro Mariinsky por considerarse el primero inseguro. Su compañía de
ballet fue dirigida durante varios años por Marius Petipa, que creó la
coreografía para más de 60 obras.
El dos de mayo de 2013 se inauguró, en un edificio anexo, un
segundo teatro conocido como Mariinski
II, con un amplio y moderno escenario (1000 metros cuadrados )
y una sala con capacidad para 2000 espectadores, que pretende, junto al antiguo
Mariinsky, formar un complejo teatral de gran envergadura, que permita ampliar
el tamaño de la compañía de ópera y ballet.
Yekaterina Kondaunova. Swan Lake. Foto: Gene Schiavone |
Bambi e In the Jungle, de Antón Pimonov inauguraron el Festival.
Nacido en Volgograd, Pimonov se graduó en la Escuela Vaganova de Ballet Ruso y se unió al
Mariinski en 1999. Hace dos años se consolidó como coreógrafo y el Teatro
admitió estas dos producciones como repertorio del mismo. Ambas obras están
vinculadas a una misma historia, la del mítico cervatillo Bambi, adaptadas a un
público adulto. Según las propias palabras de Pimonov, su intención es que sea
una obra para todas las edades, comprensible para todos los públicos. Frescura,
rapidez, inocencia, los bailarines fluyen por el escenario... incluso con
bicicletas, dando un áurea de
juventud y alegría que contagia al público y le mantiene atento durante toda la
representación.
Bambi. Foto: Teatro Mariinsky |
Los días siguientes dieron paso a producciones de repertorio
clásico: Don Quijote, La Bayadère, Giselle y El Lago de los Cisnes que hicieron las delicias de todo el
público.
Cabe destacar la actuación de la bailarina Alina Somova en el rol de Giselle. En el
primer acto, donde la pantomima gana un gran protagonismo, Somova actúa como
cándida enamorada, desesperada; alterna momentos de furia y locura, desvaría,
enloquece y, finalmente se desvanece y muere. Impresiona, desde el patio de
butacas, el realismo con el que la bailarina interpreta el trágico desenlace.
En el segundo acto, Giselle y
Albrecht (Timun Askerov ) realizan un impecable Grand Pas de Deux ; ella delicada, sutil, con un apego
mínimo a la tierra... él, noble, con gran ligereza en sus pies dialoga
melancólico con su amada perdida…
El Lago de los Cisnes, obra cuyo estreno
integral fue en el Teatro Mariinsky el 15 de enero de 1895, coreografía de
Petipa. (En 1877 Tchaikowski compuso
esta obra para el Bolshoi, pero la mediocridad del coreógrafo Reisinger provocó las quejas del público y más
tarde dio pie a crear una nueva coreografía por parte de Petipa). Excelente
cuerpo de baile, impresionantes los 32 cisnes blancos realizando sus pasos
exactamente iguales como marionetas accionadas por un mismo hilo.... increíble
la perfección de los arabesques. Yekaterina Kondaunova (Odette-Odile), estuvo
extraordinaria en los dos roles y muy especialmente brillaron sus treinta y dos fouettes en la coda del pas de deux del tercer acto.
Alina Somova, en Giselle. Foto: Gene Schiavone |
Una velada diferente fue la del homenaje a
la bailarina rusa Viktoria
Tereshkina, ella escogió con suma delicadeza el programa para poder ofrecer
al público su mejor actuación, y realmente lo consiguió. The Legend of Love, obra poco
conocida en nuestro país, es la historia de un amor prohibido y de suicidio que nos recuerda la
influencia del estado ruso en las artes al final de los años 50, además de
ofrecer un lenguaje coreográfico coherente y único. Grigorovich gesta una de sus primeras
coreografías, innovando en cuanto a las variaciones de chicos realizando petit
y grand allegro, chicas en grupo bailando en puntas, palmas de las manos
planas, doblando codos y muñecas en posiciones muy modernas para la época. Cabe destacar también la música de Arif Melikov, un auténtico regalo para los
oídos.Tereshkina actuó en su
papel de reina con total credibilidad, sus gestos autoritarios y sus perfectos
pies y piernas realizando los rápidos movimientos eran un placer para la
vista... totalmente segura de sí misma en un rol que conoce y disfruta
ejecutando. Bravo también en su papel de Zobeide en Schérézade, llena de
sensualidad, entrelazada con drama y amor. Una bailarina completa,
perfeccionista y siempre en busca de la pasión del público.
Espectacular primer plano de Viktoria Terehskina. Foto: Mariinsky |
Nadie como los bailarines rusos para representar la esencia del
Ballet Clásico y su maravillosa técnica rozando la perfección. No en vano,
todos sabemos que el Ballet de la Opera
de París y el Ballet Mariinsky son las dos instituciones más
importantes del mundo ligadas al Ballet. Han sido parte importantísima de su
historia y así seguirán siéndolo en el futuro. La tradición es la base del arte
pero asimismo demuestran que desean una continuidad mucho más moderna de cara
al futuro para estar acorde con las corrientes neoclásicas actuales.
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