Sylvie Guillem y Massimo Murru. Foto: Brescia & Amisano |
Nos fuimos a La Scala para asistir a
una representación de lujo. Manon, el célebre ballet de McMillan,
se reponía en el coliseo Milanés con una bailarina de excepción en
el rol principal, Sylvie Guillem.
Carolina Masjuan
Una Scala vestida de gala brillaba en
todo su esplendor para reponer, desde 2005 en que se representó por
última vez, también con la estrella francesa como invitada
principal, el gran ballet de McMillan, Manon. Uno de los ballets
preferidos de muchas bailarinas por la complejidad técnica de la
coreografía y por su profundidad interpretativa, dada la psicología
del personaje.
Auténtico mito de la danza, Sylvie,
quien actualmente baila básicamente contemporáneo, se tomó un
pequeño respiro de su colaboración con Russell Maliphant y volvió
a calzar zapatillas de punta para ponerse en la piel de la heroína
del Siglo XVIII. Massimo Murru, bailarín estrella de la compañía
italiana, fue su enamorado Des Grieux y Thiago Soares, artista
invitado del Royal Ballet, asumió el rol de Lescaut, responsable
principal de la desgracia de su hermana, pero que paga caros su
egoísmo y ambición. Sabrina Brazzo, Primera Bailarina de la
Scala, fue la amante de Lescaut.
Sylvie Guillem, Bryan Hewisson y el ballet de La Scala. Foto: Brescia&Amisano |
La compañía de Ballet del
Teatro alla Scala fue creada siglos antes de la inauguración, en
1778, de la conocidísima sede actual y su historia está
directamente relacionada con el nacimiento del ballet. El Ballet
italiano vio de hecho sus inicios en las cortes del Renacimiento,
especialmente en el espléndido palacio de la familia Sforza en
Milán. Fue en esta ciudad donde, entre 1779 y 1789, Gasparo
Angiolini, el coreógrafo de la reforma de Guck en la ópera seria,
introdujo una compañía de 50 bailarines. Milán fue también donde
Salvatore Vigano, “ese coreógrafo supremo, idolatrado por
Stendhal”, experimentó su personal interpretación del ballet de
acción, al que llamaba “coreodrama”. Esto influyó sobremanera
en los creadores de danza de la época, como por ejemplo en ese
danseur noble que fue Carlo Blasis, cuyo nombre está para
siempre relacionado a la gloria de la escuela de ballet fundada en
1813 por Benedetto Ricci, como Accademia di ballo del Teatro
alla Scala.
Gran profesor y teórico del ballet
romántico, Blasis fue director de la Regia Accademia desde 1838 a
1851. Sus pupilas fueron las grandes estrellas del siglo XIX: desde
Carlotta Grisi a Fanny Cerrito y de Lucile Grahn a Amelia Boschetti.
Carlotta Brianza fue la primera bailarina en bailar La Bella
Durmiente de Tchaikovsky/Petipa (1890) y Pierina Legnani fue la
primera Odette/Odile de El Lago de los Cisnes Tchaikowsky/Petipa’s
(1895), a cuyo ballet se debe el reto técnico de los 32 fouettés
del cisne negro. Enrico Cecchetti, que dirigió la escuela entre 1926
hasta su muerte en 1928, se cuenta entre los más grandes maestros en
la historia de la danza teatral de todos los tiempos. Él proyectó
la enseñanza técnica de la escuela académica en todo el
mundo.
Interior del hermoso teatro de Milán. Foto: Marco Brescia |
Por su parte Kenneth MacMillan (1929–1992),
nacido en Escocia en el seno de una familia muy humilde, fue uno de
los principales coreógrafos del siglo XX.
Dejó unos sesenta
ballets, desde los clásicos narrativos en tres actos: Romeo &
Juliet (1965), Anastasia (1970), Manon (1972), Mayerling (1978),
Isadora (1981), El Príncipe de las Pagodas (1989), hasta piezas
cortas más abstractas, sin argumento alguno, tales como: Agon and
Concerto, otras intensamente dramáticas, Las Hermanas, Rite of
Spring, Valley of Shadows, enigmáticas: Gloria, Song of the Earth,
Judas Tree, e incluso desenfadadas: Fin de Jour, Elite Syncopations.
Ha sido uno de los coreógrafos más
importantes del siglo pasado, representando la segunda generación de
creativos del Royal Ballet, tras los fundadores, Dame Ninette de
Valois y Sir Frederick Ashton y como ellos, fue director del Royal
Ballet, desde 1970 al 1977.
Su coreografía para
L’histoire de Manon, creada en 1974, fusiona tradición e
innovación. McMillan fue un gran bailarín que pronto demostró
excelentes dotes como coreógrafo. Ninette de Valois, directora del
Royal Ballet, fue quien le animó a desarrollar su talento en ese
ámbito y así surgieron unos ballets que siguen en el repertorio de
la compañía inglesa y forman también parte del de las mejores
compañías del mundo.
La seductora, apasionada y amoral
Manon ha fascinado al público desde el momento en que l’Abbè
Prévost (Antoine-François Prévost, Pas de Calais 1697 - Chantilly
1763) la creó. MacMillan se propuso el reto de llevarla a escena,
explicando la fascinación que ejercía y su tragedia. Pero además
de brindar un rol magnífico para una gran bailarina, la obra
proporciona la posibilidad de desarrollar otros papeles importantes.
Los dos caballeros principales, Des Grieux y Lescaut y en menor
medida el de Monsieur G.M. representan una magnífica ocasión para
tres bailarines, siendo la amante de Lescaut otra buena oportunidad
para una bailarina.
Sylvie Guillem y Gianni Ghisleni. Foto: Brescia&Amisano |
Todo se confabula en la historia para
llevar a la joven de dieciséis años que Manon representa, al
desastre. Su hermano la vende, Madame la utiliza, Monsieur G.M.
deseándola ardientemente la compra y el pobre estudiante des Grieux
la ama por encima del bien y del mal. Dos óperas con músicas de dos
compositores distintos, Puccini y Massenet y varios ballets, le han
rendido tributo. Pero el personaje creado por Prevost adquiere una
nueva dimensión con la danza realista de McMillan y sus escenas y
variaciones perfectamente definidas.
La música elegida es la de Massenet
que, con arreglos pedidos por el propio McMillan a Leighton Lucas,
acompaña maravillosamente las aventuras y desventuras de Manon desde
su vida de amor y corrupción en París hasta su trágico fin en los
campos de Louisiana. Una espectacular escenografía y el cuerpo de
baile al completo, con un vistoso vestuario, acaban de conjuntar un
espectáculo redondo.
Sylvie Guillem es
indiscutiblemente un mito dentro del mundo de la danza. Nacida en
1965, fue nombrada étoile en
Paris, bajo la tutela de su mentor Rudolf Nureyev, cuando
contaba diecinueve años. Convertida en una estrella a nivel mundial,
sus diferencias con Nureyev la llevaron a incorporarse al Royal
Ballet como estrella principal invitada. Es una bailarina
increíblemente perfecta que a un cuerpo especialmente dotado, une
una belleza arrebatadora de movimiento y una capacidad interpretativa
digna de la mejor de las actrices.
Thiago Soares. Foto: Brescia & Amisano |
En Milán, como ocurre en cualquier
parte del mundo, los fans de Sylvie fueron legión. El ambiente en La
Scala era de gran expectación y ni que decir tiene que estaba lleno
hasta la bandera. Sylvie ha bailado Manon en Garnier y en el Covent
Garden, muchos de los asistentes la habían visto ya en alguno de los
dos teatros, con Manuel Legris y/o Laurent Hilaire como partenaires,
pero es en La Scala donde la gran bailarina ha querido repetir.
Sylvie es la perla que ilumina la escena, el imán que atrae a más
balletómanos de todo el mundo. Su interpretación del personaje
sigue siendo espectacular en todos los sentidos. Sus piernas largas y
delicadas, sus maravillosos pies y esas extensiones legendarias
sabiamente empleadas. Sylvie crea Manon, coqueta, provocadora,
frívola, inconsciente pero al final vencida por el amor que la
conduce al desastre.
En el tercer acto, sus piernas
desnudas otorgan más realismo a la escena de la muerte. Es realmente
emotivo y es fácil sucumbir a la emoción. Sentimiento por otra
parte que uno recibe con placer, el placer de saber que eso que se ve
es excepcional, algo muy difícil de olvidar. Los aplausos y los
bravos se repetían imparables, “curtain calls” se alternaban con
subidas de telón y los artistas salían una y otra vez. Sylvie se
mostraba agradecida y feliz, su fama de fría y altiva desmentida por
su actitud. Y no sólo al concluir el espectáculo se vivió
intensamente el éxito.
Al final del sólo de Manon del principio del
segundo acto, aún no habiendo finalizado completamente su
variación, un bravo desgarrado por la emoción de un rendido
admirador, hizo que todo el teatro estallara en anticipados aplausos.
Sylvie Guillem y Massimo Murro. Foto: Brescia&Amisano |
L’histoire de Manon se representa
en el Teatro Alla Scala de Milán del 27 de Enero al 11 de febrero
con distintas distribuciones.
El estreno del 27 de enero, el 29
de enero y el 2 de febrero: Sylvie Guillem, Massimo Murru y Thiago
Soares, los 6, 8 y 11 de febrero será Roberto Bolle quien interprete
de nuevo a Des Grieux pero con una nueva partenaire: Olesia Novikov,
Primera Bailarina del Mariinsky. El Primer Bailarín Mick Zeni,
debutará en el papel de Lescaut.
El 30 de enero y la tarde del 2 de
febrero Gilda Gelati será Manon con Eris Nezha como Des Grieux y
Antonino Sutera, debutando como Lescaut; el 4 de febrero retoma el
rol la Primera Bailarina Marta Romagna, con Gabriele Corrado
debutante como Des Grieux y Alessandro Grillo será Lescaut; debut
completo del rol principal para la tarde del 11 de Febrero: Emanuela
Montanari será Manon, Marco Agostino, Des Grieux y Massimo Garon,
Lescaut. Bryan Hewison, Gianni Ghisleni y Matteo Buongiorno se
alternarán como Monsieur G.M; mientras que la Amante de Lescaut será
interpretada por Sabrina Brazzo, alternándose con Alessandra
Vassallo y Emanuela Montanari.
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