Alicia Amatriain en su inolvidable Julieta (Foto: Javier del Real |
Lola Ramírez
“Perhaps the best”, tituló Clive Barnes, crítico del Dance Magazine americano refiriéndose al Romeo y Julieta de John Cranko. Víctima del atrevimiento y la pasión, después de haber asistido ayer al estreno en el Teatro Real de esta versión coreográfica, interpretada por Alicia Amatriain y Friedemann Vogel, obvio el ‘quizás’ de Barnes y me quedo con ‘el mejor’, en este caso ‘la mejor’. Pues sí, Alicia, bailarina principal del Ballet de Stuttgart, es una Julieta insuperable en técnica y en virtuosismo. “Como una piuma”, así la calificó una entusiasmada espectadora italiana al salir del coliseo madrileño. Y así es. Formada desde los 14 años en la escuela de Cranko, Amatriain posee esa mágica ingravidez de la que sólo gozan las bailarinas geniales. Y ella lo es. Genial y humana: Hoy, en su primera salida a escena resbaló, se cayó al suelo y se levantó rauda, veloz e impasible, como si el ocasional tropiezo fuera una genialidad más de la coreografía de su gran maestro.
“Perhaps the best”, tituló Clive Barnes, crítico del Dance Magazine americano refiriéndose al Romeo y Julieta de John Cranko. Víctima del atrevimiento y la pasión, después de haber asistido ayer al estreno en el Teatro Real de esta versión coreográfica, interpretada por Alicia Amatriain y Friedemann Vogel, obvio el ‘quizás’ de Barnes y me quedo con ‘el mejor’, en este caso ‘la mejor’. Pues sí, Alicia, bailarina principal del Ballet de Stuttgart, es una Julieta insuperable en técnica y en virtuosismo. “Como una piuma”, así la calificó una entusiasmada espectadora italiana al salir del coliseo madrileño. Y así es. Formada desde los 14 años en la escuela de Cranko, Amatriain posee esa mágica ingravidez de la que sólo gozan las bailarinas geniales. Y ella lo es. Genial y humana: Hoy, en su primera salida a escena resbaló, se cayó al suelo y se levantó rauda, veloz e impasible, como si el ocasional tropiezo fuera una genialidad más de la coreografía de su gran maestro.
Una preciosidad, un verdadero placer verla bailar y realizar
en brazos de su Romeo (Friedemann Vogel) auténticas acrobacias. Alicia es,
además, una gran intérprete dramática que expresa con la misma naturalidad el
enfado de una adolescente que el desgarro de la enamorada que descubre que la
vida le acaba de arrebatar a su amado. Vogel, un Romeo de los pies a la cabeza,
es guapo, dulce y tierno. Y si a todas estas prendas mundanas le añadimos que se
compenetra con su partenaire como si fuera su alter ego, que es por ende un bailarín
vistoso de factura impecable y un porteador envidiable ¿qué más le podemos
pedir? Ser su Julieta, of course.
Lástima que esta exquisita pareja sólo haya actuado el día
del estreno y no lo vuelva a hacer hasta el sábado 16 en la función de noche.
Habrá que confiar en las palabras de Reid Anderson, director artístico del
Ballet de Stuttgart, y esperar que los otros dos elencos Sue Jin Kang/Filip
Barankiewicz y Maria Eichwald/Jason Reilly ofrezcan al espectador una velada
tan deliciosa y plena de buen ballet. Esta producción cuenta además con la
valiosa aportación de Jürgen Rose en el capítulo de escenografía y figurines,
un valor añadido para disfrutar en el Teatro Real de una auténtica velada de la
mejor danza clásica y, como debe ser, bajo los acordes de la Orquesta Sinfónica
de Madrid.
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