Traduccion : Carolina Masjuan
Foto : Erick Berg Yolanda Correa - Yoël Carreno |
Version française
Desde el flechazo con el príncipe Albertch disfrazado, hasta los ruegos a la reina para salvar al objeto de su amor, Yolanda Correa hace accesible y emotiva la historia de un romanticismo universal. Su baile y su técnica no son más que perfección. La asociación con Yoel Carreño alcanza el paroxismo.
"Giselle" en sus inicios en 1841, basada en un poema de Heinrich Heine, con música de Adolphe Adam y coreografía de Jean Coralli, supone la culminación del romanticismo. Originalmente es la Grisi a quien el bailarín
Jules Perrot trajo de Nápoles. Una combinación de talentos (Teófilo Gautier, Vernoy de San Jorge, Coralli ...) engendra un éxito planetario: entre 1841 y 1849, cuando termina el contrato de la Grisi con la ópera, la obra se ha representado ochenta y nueve veces. Desde 1842, el ballet se baila en Viena, Londres y San Petersburgo.
Desde el flechazo con el príncipe Albertch disfrazado, hasta los ruegos a la reina para salvar al objeto de su amor, Yolanda Correa hace accesible y emotiva la historia de un romanticismo universal. Su baile y su técnica no son más que perfección. La asociación con Yoel Carreño alcanza el paroxismo.
"Giselle" en sus inicios en 1841, basada en un poema de Heinrich Heine, con música de Adolphe Adam y coreografía de Jean Coralli, supone la culminación del romanticismo. Originalmente es la Grisi a quien el bailarín
Jules Perrot trajo de Nápoles. Una combinación de talentos (Teófilo Gautier, Vernoy de San Jorge, Coralli ...) engendra un éxito planetario: entre 1841 y 1849, cuando termina el contrato de la Grisi con la ópera, la obra se ha representado ochenta y nueve veces. Desde 1842, el ballet se baila en Viena, Londres y San Petersburgo.
En un pueblo de Alemania, el príncipe Albrecht, oculto bajo el nombre de Loys, ha seducido a la joven Giselle a quien también ama Hilarión, el guarda de caza. Sorprendido por la llegada de Bathilde, su novia oficial, Albertch no puede impedir la revelación de su verdadera identidad. Giselle enloquece y muere. En el segundo acto, Giselle se une a la Wilis , jóvenes que murieron antes de su boda y que hcen bailar hasta la muerte a todos los hombres que se aventuran en el bosque. Hilarión, que se aproxima a la tumba de Giselle es su primera víctima. Bajo las órdenes de la implacable Myrtha, Albrecht habría sufrido la misma suerte si Giselle no le hubiese defendido. Ella baila con él para ayudarle a sobrevivir hasta los primeros rayos del sol, que serán su salvación. Concebido para el lucimiento de la bailarina, Giselle se impone también gracias a su pareja. Como partenaires de gran calidad acompañan a la bailarina, el ballet saborea un éxito sostenido que le aclama como el parangón de la danza romántica. Pero ésta conduce a la desaparición de la danza masculina ... y poco a poco, al mismo tiempo que los bailarines pierden su importancia, el éxito de Giselle decae. En 1868, Giselle sale del repertorio de la Ópera. Hay que esperar hasta 1932 y Serge Lifar, para que la obra se vuelva a reponer. Él mismo interpreta a Albrecht y comparte cartel con Olga Spessivtseva para luego, en el año 1941 hacerlo con Lycette Darsonval. Desde entonces, el ballet no dejará ya de formar parte del repertorio, sin duda a causa de su coherencia dramática. Aquí es donde van a brillar las más grandes bailarinas desde la Pavlova a Chauviré, pasando por Ulanova, Fracci, Fonteyn o Alonso.
Foto : Erick Berg Yolanda Correa - Yoël Carreno |
Frágil e inspirada, la Giselle de Yolanda Correa es la de una niña de quince años, que se está fraguando a la vida. No es más que felicidad y alegría de vivir. Su Giselle es la de la luz de la juventud, segada antes de tiempo. La heroína cubana encarna una bailarina de una sinceridad inquietante, su rostro siempre animado y expresivo, viviendo el mimodrama de forma fiel, sabiendo transmitir los convencionalismos, de forma natural y creíble. La danza y la técnica de la Estrella rozan la perfección. La traición es tanto más terrible puesto que Giselle / Yolanda Correa no es más que felicidad y pureza. Su escena de la locura es un shock. Quiere morir, se refugia en las faldas de su madre, hay un rechazo a la vida, una negativa a la luz, un rechazo a todo, y cuando surgen los recuerdos, estos vienen de lejos, poco a poco: el amor, el juramento, la pequeña flor, un caos terrible, algunas pequeñas frases que permanecieron y luego la negación, el rechazo; de repente tropieza con la espada, siente placer en asustar a los que la rodean, como un niño; las visiones se le aparecen como cometas y esa maravillosa cuenta regresiva la conduce a la pesadilla que la mata. Las cualidades dramáticas de la Señorita Correa resultan abrumadoras.
En el segundo acto, la bailarina interpreta con brío ese gran ejercicio de estilo, extremadamente refinado. Yolanda Correa se convierte en una "ausencia inquietante" el fruto de la imaginación de Albrecht. Pálida, guiada por la despiadada Myrtha y desesperadamente enamorada, Yolanda Correa encadena su danza con soltura e inspiración. La armonía de esta segunda parte se vería menguada, sin Yoel Carreño con el que forma un partenariado de antología. Su complicidad y las cualidades de partenaire del bailarín explican el lado inmaterial de su composición. Se imagina tener a Giselle en sus brazos y de repente se da cuenta que no tiene sensaciones. En los decalés del final, Yoel Carreño no sólo transporta a su pareja, sino que posee una musicalidad perfecta, la coloca sobre la nota para que tenga toda su resonancia con el fin de crear esta ilusión mágica. Además de los portés de una precisión de ensueño, el cubano encadena unas variaciones y una coda brillante sin ostentación, con la nobleza que uno espera del príncipe y de una Estrella en este rol.
Clair Constant baila Myrtha. Imperial, posee toda su autoridad. Su técnica sin falla, con puntas de ensueño, saltos soberbios y una danza amplia. Si Kaloyan Boyadjiev nos brinda un Hilarión de buena factura, su presencia escénica debería ser mas “terrena” quizás algo menos noble.
Clair Constant baila Myrtha. Imperial, posee toda su autoridad. Su técnica sin falla, con puntas de ensueño, saltos soberbios y una danza amplia. Si Kaloyan Boyadjiev nos brinda un Hilarión de buena factura, su presencia escénica debería ser mas “terrena” quizás algo menos noble.
Foto : Erick Berg |
El cuerpo de baile es perfecto en el primer acto, con alineaciones menos precisas en el acto blanco. Los bailarines del pas de deux des Paysants, al contrario que los protagonistas, no poseen ninguna dimensión psicológica y no juegan ningún papel real en el desarrollo de la trama. No existen más que como proyección de los fantasmas de la heroína. Este paso a dos debe encantarnos. Cada movimiento que lo compone debe respirar el perfume del amor y la felicidad. Si Natasha Jones nos ofrece una bella danza de técnica segura, Craig Lee Cathcart es más flojo en sus variaciones.
Esta Giselle que pudimos ver a las orillas del fiordo de Oslo, es una fiesta para los sentidos. Un regalo. ¿Podemos esperar que sea inmortalizada mediante la grabación de un DVD? ¿Podemos soñar que ambos artistas sean invitados en el escenario de la Opera Garnier en una próxima programación de Giselle? Crucemos los dedos ...
Giselle
Ballet Nacional de Noruega. Representación de 28 de enero de 2012 (Estreno)
Coreografía: Jean Coralli y Jules Perrot
Puesta en escena: Cynthia Harvey
Música: Adolphe Adam
Escenografía y diseño de vestuario: David Walker
Diseño de iluminación: James F. Ingalls
Ballet Nacional de Noruega. Representación de 28 de enero de 2012 (Estreno)
Coreografía: Jean Coralli y Jules Perrot
Puesta en escena: Cynthia Harvey
Música: Adolphe Adam
Escenografía y diseño de vestuario: David Walker
Diseño de iluminación: James F. Ingalls
Dirección Musical: Terje Boye Hansen
Orquesta de la Ópera Nacional de Noruega
Orquesta de la Ópera Nacional de Noruega
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