El Ballettfestwoche (Semana del Festival de Ballet), de Munich ha tenido lugar entre el 18 y el 26 de abril en Munich. Resulta un
auténtico placer asistir al Ballettfestwoche en el Nationaltheater de la
ciudad alemana. Se trata de un evento anual en el que, durante nueve noches, la compañía
de danza del teatro realiza representaciones de variado contenido y estilo,
cada día un programa diferente. Asimismo, en cada edición un grupo externo
participa como invitado y presenta un espectáculo propio. En esta ocasión fue
el Gastpiel Ballett am Rhein, de Düsseldorf.
Ekaterina Petrina y Tigran Mikayelyan. (Foto: Wilfred Hösl) |
Cristina Ribé
El director
del Ballet de Munich, Ivan Liska, fue durante muchos años solista
principal en varias compañías europeas, cabe destacar el Ballet de Hamburgo donde, a lo largo de los casi veinte años que
permaneció allí, trabajó profundamente
las numerosas coreografías de John Neumeier.
Es un gran conocedor del mundo de la danza y ello se refleja en todas las
producciones que, año tras año, presenta en el Festival. Su gran rigor,
espíritu de trabajo, disciplina y empatía le hacen rodearse de un equipo
excepcional y de un extenso grupo de bailarines de una gran calidad que, en
todas y cada una de las representaciones, dan el máximo y ofrecen a la
audiencia un espectáculo único.
Por tratarse
de un Festival muy extenso, centraré esta crónica en las dos producciones que
considero más importantes: Por un lado, El sueño de una noche de verano, basado en la obra de William Shakespeare, e interpretado por el Ballet de Munich. Balanchine coreografió el primer ballet original con música de Mendelson en 1962 para el New York City Ballet. Esta versión que
nos ocupa corresponde a la particular adaptación de John Neumeier en 1977.
Ensemble de El sueño de una noche de verano. (Foto: WH) |
El primer acto cuenta la
historia de varios amantes, el sueño de una de ellas, sus
intrigas y malentendidos debidos a una
mágica pócima de amor que es erróneamente utilizada. Se entremezcla la realidad
con el sueño y la aparición de unos seres extraños, fantasmagóricos que inundan
la escena con movimientos mecánicos, más propios de humanoides futuristas que
de duendes del bosque. Hay un gran
contraste entre las músicas de ambas situaciones y asimismo las líneas
coreográficas son absolutamente diferentes… Siempre en un tono de comedia, con
humor en muchos momentos, con diferentes grupos de bailarines en escena realizando movimientos totalmente diferentes,
elevaciones, saltos imposibles, lifts
muy complicados… Ilia Sarkisov, en
el rol de Puck, nos deleita con una
actuación extraordinaria. Gran potencia de salto y exacto dominio de la
coreografía, unidos a una mímica perfecta…
En el segundo acto ya todo vuelve
a la realidad, bellísima escenografía para las bodas de las tres parejas, destacar también los largos y muy difíciles portés, típicos de Neumeier, muestra de
la gran calidad de todos los bailarines.
Daria Sukhorukova en Paquita. (Foto: WH) |
Paquita, interpretado igualmente por el Ballet de Munich fue otro de los espectáculos a destacar. Recreado en la España de la invasión napoleónica, cuenta la historia de una muchacha de alcurnia -Paquita-, separada de su familia desde muy pequeña. La joven vive con un
grupo de gitanos y se enamora de un apuesto oficial francés, Lucien, a quien ella salva la vida. El
amor correspondido acaba en boda después de una serie de divertidos enredos. La versión que nos ocupa es del
coreógrafo Alexei Ratmansky a partir de la que realizó Marius Petipa
en 1881. Respetando siempre los valores post –románticos de Petipa,
Ramansky revitaliza el ballet dándole dinamismo, energía, re-imagina cada rol
añadiendo cualidades personales que hacen brillar al personaje de una manera
más fresca. Es cierto que se trata de un “Ballet-Pantomima”, por lo tanto predominan los gestos con las manos, la
cabeza, las gesticulaciones… los bailarines se convierten en actores de mímica,
pero ¿cómo explicar los sentimientos, los pensamientos, los deseos… sin
palabras?
Los roles masculinos están en un
segundo plano, únicamente en dos momentos concretos tienen un lucimiento
personal. En el Pas de trois del primer acto
Adam Zvonar nos deleita con una
larga serie de entrechats y entrechat cinqs… finalizando con unas
deliciosas cabrioles y brisés.
Tigran Mikayelyan. (Foto: WH) |
De parecidas características es
la difícil variación de Tigran
Mikayelyan (Lucien) Es gratificante
ver que está ya totalmente restablecido de la lesión que le mantuvo fuera de
los escenarios tanto tiempo.
La base clásico-rusa de Daria Sukhorukova, en el rol de Paquita, hace que sus pasos fluyan de forma natural, todo en ella parece
fácil, nada es forzado ni artificial… domina la coreografía de Petipa perfección
El Grand pas, magistral pieza coreográfica del segundo acto exhibe
todas las posibilidades del virtuosismo enriquecida
por combinaciones plenas de sugestión y destinada al total lucimiento de los
artistas.
La producción es extraordinaria. Jérôme Kaplan realiza unos magníficos
diseños del vestuario, fieles a la época pero a la vez con una gran frescura y
colorido, muy típicos de Ratmansky. Así mismo, unos bellos decorados
muestran la calidad y categoría
del National Staatsoper.
Alumnos de la Academia del BM en Paquita. (Foto: WH) |
Solo teatros con grandes
presupuestos pueden aspirar a presentar excepcionales producciones como Paquita o El Sueño de una noche de verano…,
todo un lujo para los amantes del ballet. Esperemos que algún día
nuestro querido Liceo nos regale alguna joya de repertorio poco vista en
nuestro país y convencer así a la audiencia de que existen muchísimas obras de
gran belleza además de El lago de los cisnes, Giselle o El
cascanueces…
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