El pasado 6 de Febrero tuvimos la oportunidad de asistir a
la representación del famoso ballet La Bella
Durmiente en el Teatro Magdeburg,
de esta ciudad alemana. Se trataba de la producción y coreografía de Gonzalo Galguera, con arreglos
musicales de Michael Balke.
Cristina Ribé
Gonzalo Galguera , bailarín y coreógrafo cubano, tras varios
años formando parte de prestigiosas compañías de ballet y en especial del Ballet de
la Opera de Berlín, es desde 2006 Director artístico del Ballett Magdeburg. A partir de este momento, la compañía desarrolla un repertorio novedoso y extenso de corte clásico
y neoclásico. Las producciones se suceden a un ritmo frenético, la genialidad
del nuevo director no tiene límites y en poco tiempo la compañía alcanza un
meritorio reconocimiento nacional e internacional.
La Bella Durmiente
es un cuento de hadas-ballet estructurado en un prólogo y tres actos que fue
encargado por el Director de los Teatros Imperiales rusos a Ivan Vsevolozhzky (libreto), Piotri Tchaikovsky (Música) y
Marius Petipa (coreografía), en 1888 y se estrenó en el Teatro Mariinsky de San
Petersburgo en 1890.
El magnífico cuidado que posee La Bella Durmiente original por aunar danza y narración, marcaría
una línea a seguir en el ballet que las posteriores coreografías de Diaguilev tuvieron muy en cuenta, desde Michele
Fokin hasta el propio Nijinski. Fue, por tanto, un modelo a seguir
y se la considera una de las más grandes
obras del repertorio clásico de todos los tiempos.
Trata de la historia de la pequeña Princesa Aurora y el hechizo de la malvada Hada Carabosse quien, enfurecida
por no haber sido invitada al bautizo de la pequeña, decide que cuando la niña
cumple quince años y tras pincharse con un huso, entre en un profundo sueño de
cien años, maleficio que sólo podrá
romperse si un príncipe la despierta con un beso de amor verdadero.
Tchaikovsky, uno
de los talentos musicales del siglo XIX y maestro indiscutible de la música de ballets,
compone, por tanto, la partitura de este libreto en una época de romanticismo
tardío. Y aunque este romanticismo se rompa en el cuento de Perrault en el que
se basa, queda compensado con una música inspirada y luminosa.
Leah Allen en el rol del Hada Carabosse (Foto:U.S.) |
Gonzalo Galguera, fiel a la coreografía original de Petipa,
cuida con suma delicadeza la idea básica de la historia, el bien y el mal como
papeles protagonistas en los roles del Hada Lila (Anastasia Gavrilenkova) y el Hada Carabosse (Leah Allen).
Ambas realizan un excelente trabajo; la una es un hada viva cuya danza
grácil, alegre y dulce hace las delicias del público, la otra (interpretada por
una bailarina, en muchas otras producciones ha sido un bailarín el elegido para
este rol), representando la maldad, el lado oscuro de la vida, resulta aparentemente
bella y utiliza sus puntas para ejecutar los pasos de danza unificando parodia
y baile de una forma hábil y llena de fuerza.
Obra rica en variaciones, estilos y, ante todo, en momentos
sublimes donde la técnica del ballet clásico y el virtuosismo se conjugan dando
paso a un ballet lleno de bellos y exquisitos momentos. Uno de los pasajes más
distinguidos y a su vez, una de las variaciones más exigentes para las primas
ballerinas es el Adagio de la Rosa del primer acto. Delicados y precisos
equilibrios, peligrosos promenades en attitude y volátiles arabesques en los
que la Princesa Aurora(Lou Beyne) nos brinda su encanto, gracia y falta de
nervios. A pesar de que sus facciones resultan un tanto duras para el rol de
niña-adolescente que representa, Lou lo compensa con una ejecución impecable.
Ver en escena a un cuadro de bailarines de la categoría de
los del Ballett Magdeburg durante casi tres horas, bailando con exactitud
milimétrica, fruto de la disciplina y el trabajo bien hecho, es un placer para
los sentidos. Se puede asimismo percibir la valiosa colaboración de la coreógrafa
asistente Svetlana Ballester, gran profesional del Ballet de Cuba que ofreció su experiencia asesorando a Galguera en esta producción. La obra en su totalidad es un lujoso ballet, con un bellísimo vestuario (Josef Jelinek) y una hechizante escenografía que llevan al espectador a un mundo de dulces sueños donde, al final, el verdadero amor siempre triunfa.
Pocas compañías de danza pueden aspirar a realizar una producción de estas dimensiones técnicas, Gonzalo Galguera lo ha conseguido y ha alcanzado con éxito y una vez más, el beneplácito de crítica y público.
Blue birds: Elio Clavel y Narissa Course |
No hay comentarios:
Publicar un comentario