El Espectro de la Rosa por el Ballet Estatal de Georgia. Foto: Josep Guindo |
El Ballet Estatal de Georgia que dirige la gran bailarina Nina Ananiashvili, visitó de nuevo Terrassa y ofreció una velada dedicada por completo al coreógrafo ruso Mijaíl Fokin, cuya carrera se desarrolló mayoritariamente con los Ballets Russes de Sergei Diaghilev.
Carolina Masjuan
Debido al éxito de hace apenas tres años cuando el Ballet de Georgia se presentó en Terrassa, crónica en Ballet y más aquí y entrevista a su directora, Nina Ananiashvili aquí, el Centre Cultural de Terrassa ha decidido volver a programarles y esta vez han venido con un programa Fokin.
Les Sylphides. Foto: Josep Guindo |
La compañía realiza una mini gira por España, pero para Terrassa, la única población catalana donde actuan, han venido quince bailarines en exclusiva que se han desplazado desde Tiblisi para una sola función, porque el programa incluye el Pájaro de Fuego, que solo se baila aquí.
Las tres piezas elegidas para homenajear al gran bailarín y coreógrafo ruso Mijaíl Mijaílovich Fokin (San Petersburgo, 1880 - Nueva York, 1942), han sido Les Sylphides o Chopiniana, El Espectro de la Rosa y el Pájaro de fuego. La figura de Fokine aparece indisolublemente unida a la del empresario Sergei Diaghilev y sus Ballets Rusos, para los cuales realizó las coreografías de las obras más importantes y renovadoras del género en el siglo XX.
Les Sylphides o Chopiniana, ballet en un acto, fue coreografiado por Mikhail Fokin en 1909 en San Petersburgo y se presenta como una suite bailada sobre la música de Federico Chopin, orquestada por Alexander Glazunov. Este ballet, tal como lo concibió originalmente Fokine, era romanticismo puro, una serie de piezas musicales nacidas en la mente inspirada del coreógrafo y bailarín, sin tener un hilo argumental claro.
Les Sylphides. Foto: Josep Guindo |
La compañía de Georgia nos ofreció una deliciosa interpretación en la que el cuerpo de baile se veía homogéneo y cuidado y con las tres bailarinas solistas sumamente musicales tal y como requiere la pieza. Lástima que el único varón que Fokin contempló para esta obra, no estuvo a la altura y adoleció de la elevación, la ligereza y la musicalidad que si siempre son apreciadas, son aquí imprescindibles.
El Espectro de la rosa (Le Spectre de la rose) es un ballet en un acto para una pareja de bailarines, creado para los Ballets Rusos de Diaghilev. Sobre una pieza para piano de Carl Maria von Weber (Invitación a la danza) de 1819, posteriormente orquestada por Héctor Berlioz en 1841, con decorados y figurines de León Bakst, el ballet fue estrenado el 19 de abril de 1911 en Monte Carlo.
Creada para Vaslav Nijinsky, supuso un éxito absoluto. Su entrada, en la que, según la leyenda, su gran jetté le dejaba suspendido en el aire durante varios segundos, hizo de este paso a dos romántico, que al mismo tiempo es una pieza de bravura para el protagonista masculino, un ballet para siempre unido al nombre del excepcional bailarín de trágico fin.
La idea para el ballet se debe al poeta francés Jean-Louis Vaudoyer que a su vez se inspiró en unos versos del romántico francés Théophile Gautier: Je suis le spectre de la rose / que tu portais hier au bal (Soy el espectro de la rosa / que ayer llevabas en el baile).
El Espectro de la Rosa. Foto: Josep Guindo |
Una joven regresa a su habitación después de asistir a un baile y recordando los momentos felices de la velada, se queda dormida en un sillón con una rosa en la mano. Por el ventanal que se abre a la noche, entra de un salto el Espectro de la rosa y emprende una danza vertiginosa por el espacio y en torno a la joven dormida a la que levanta y lleva consigo en sus giros y evoluciones cada vez más arrebatadas, para por fin volverla a dejar en el sillón y desaparecer como había entrado, de un salto por el ventanal. Entonces la joven despierta y con la rosa en la mano se acerca lentamente a la ventana abierta.
El Espectro de la Rosa. Foto: Josep Guindo |
Lástima que no se nos detallara el elenco, porque fue una magnífica interpretación por parte de ambos bailarines. El joven bailarín en el que recayó el difícil y exigente papel del espectro, bien merecería ser nombrado.
No sólo su técnica fue perfecta, con esos brazos y esa inclinación del torso tan Nijinskianos, sino que su interpretación del rol dejó absolutamente maravillado al público existente.
La segunda parte la ocupó El Pájaro de Fuego, en la versión rusófila del Ballet de Georgia: Era la primera vez que la compañía la bailaba fuera de Rusia y quiso hacerlo en primicia para Terrassa. Ballet en un acto y dos cuadros. Coreografía y libreto de Mikhail Fokine y música de Igor Stravinsky, El Pájaro de Fuego se estrenó el 25 de junio de 1910 en el Teatro de la Ópera de París por los Ballets Rusos de Diaghilev, con Fokine y Tamara Karsavina como pareja protagonista. Escenografía de Alexandre Golovine, Vestuario de Leon Bakst.
El Pájaro de Fuego. Foto: Josep Guindo |
El libreto es un compendio de varios cuentos sobre leyendas populares rusas - El zarevich Iván y el lobo gris, Kaschéi el Inmortal y El pájaro de fuego. Si en el siglo XIX de la alianza Tchaikovsky-Petipa- Ballet Imperial de Moscú nacieron ballets tan famosos como El lago de los cisnes, El Cascanueces y la Bella Durmiente, a principios del siglo XX, de la alianza Stravinsky-Fokine-Ballets Rusos de Diaghilev, surgieron nuevos ballets como El Pájaro de fuego, Petrushka (1911) y La Consagración de la primavera (1913), espectáculos atrevidos e innovadores que todavía hoy forman parte del repertorio clásico y con los que se reinventó el género.
El joven príncipe Ivan Tsarevich, mientras está cazando, descubre al Pájaro de fuego que atraído por unas manzanas de oro, va de árbol en árbol. El joven le persigue. Salta el muro del jardín y se esconde tras un árbol mientras le espía y tras varios intentos, consigue cazarle. El pájaro lucha y se resiste y finalmente consigue que Ivan le deje libre tras entregarle una pluma. Con ella, podrá invocar la ayuda del pájaro de fuego en el momento que lo necesite.
Al amanecer, se encuentra ante un enorme castillo, del cual salen trece hermosas princesas a jugar con las manzanas de oro. Por éstas se entera de que está en los dominios del mago Karschey, que las tiene cautivas bajo un encantamiento. Los caballeros que han tratado de rescatarlas han sido convertidos en estatuas de piedra.
El Pájaro de Fuego. Foto: Josep Guindo |
Ivan, pese a las advertencias, las sigue y se acerca al castillo. Tras romper la verja, entra en el reino del mago. De repente criados, esclavos y monstruos irrumpen en le jardín. Cuando llega Kastchey quiere convertirlo en estatua de piedra, pero en ese momento éste saca la pluma e invoca al pájaro de fuego. Este aparece y arrastra al mago y sus secuaces a una diabólica danza hasta que caen exhaustos. Entonces le señala a Iván la arqueta donde el mago guarda el gran huevo blanco que contiene sus poderes e inmortalidad. Ivan abre la caja de metal y levanta entre sus manos el huevo, justo antes de romperlo contra el suelo y así conseguir la muerte del brujo.
El Pájaro de Fuego. Foto: Josep Guindo |
Con la muerte del mago terminan todos los maleficios y los sirvientes y seguidores que se encontraban en el castillo bajo su control son liberados de las invisibles cadenas que les ataban. A la celebración del desenlace final también se unen las princesas, y ahora Ivan Tsarevich y la bella Tsarevna pueden unirse en matrimonio.
Tampoco aquí podemos señalar a los bailarines protagonistas, lástima, porque tanto el pájaro de fuego como la princesa principal, nos ofrecieron un baile alegre, virtuoso y deslumbrante la primera y lleno de dulzura la segunda, secundada por el resto de princesas.
La parte coral con los monstruos, criaturas sobrenaturales, el mago y todos sus secuaces, vistosa y convincente.
No sé si esta versión es una copia fiel del original, lo que sí se aprecia es que es absolutamente rusa y muy del gusto de esa época. Actualmente la percibimos con una estética muy alejada de los gustos imperantes pero vista como una pieza histórica, como un cuadro antiguo, posee el innegable encanto de un cuento contado según la sensibilidad en la que fue concebido y como tal, recibió la merecida ovación del público asistente.
El Pájaro de Fuego. Foto: Josep Guindo |
De nuevo, una buena velada de danza en Terrassa. Mucho público balletómano desplazado desde Barcelona, sin olvidar al público local, creado gracias a una tradición de ya casi cuarenta años programando ballet.
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