Spectral Evidence. Foto: A. Bofill |
Los
bailarines del coreógrafo de origen albanés afincado en
Francia, Anjelin Preljocaj, actuaron por primera vez en el Gran Teatre del Liceu y nos presentaron dos piezas creadas para el New York City
Ballet: Spectral Evidence (2013) y La
Stravaganza (1997) que se inspiran en Las Brujas de Salem y
en la inmigración respectivamente.
Carolina
Masjuan
La
compañía de Anjelin Preljocaj no es desconocida en Barcelona, ya la
vimos en el Mercat y también actuó en el Teatre Nacional pero sí
era su debut en el Liceu. Establecidos en Aix en Provence, el elenco
está formado por 24 bailarines y entre los que vinieron al Liceu,
podemos citar a tres españoles, uno de ellos el catalán Sergi
Amorós, en la compañía desde 2009, el murciano Víctor Martínez
desde 2015 y el mallorquín Fran Sánchez también en el elenco desde
2009.
La Stravaganza. Foto: A. Bofill |
Las
obras que habíamos visto hasta ahora en Barcelona eran piezas
creadas para ellos, sin embargo también realiza el coreógrafo
encargos para otras compañías, como han sido estos dos trabajos
para el New York City Ballet, reunidos ahora en el Liceu por primera
vez en un solo espectáculo, o el célebre Le Parc que realizó para
el Ballet de la Ópera de París y cuya parte final con el impactante
beso, es archiconocida ya que fue la imagen de un anuncio
publicitario de Air France.
Confesó
el coreógrafo que cuando se trata de crear obras para otras
compañías, se apoya en los bailarines dejando lugar a la
improvisación durante el proceso creativo, para que ellos puedan
aportar su punto de vista e involucrarse en el resultado final.
No
sabemos cuál sería el resultado vistos ambos ballets por la
compañía para la que fueron creados, pero sí podemos afirmar que
el elenco de Preljocaj lo forman unos muy buenos bailarines, con una
buena técnica clásica, gran capacidad de expresión y movimiento en
el que destacan brazos y manos muy expresivos y usados a fondo.
Yurié Tsugawa en Spectral Evidence. Foto: A. Bofill |
En
Spectral Evidence, creada en 2013, el decorado lo forman unos paneles
movedizos que los propios bailarines, ocho en total, van desplazando
en función de las necesidades. Las « brujas » se
deslizan o ruedan por ellos de formas diversas y en ellos, son
juzgadas, quemadas, enterradas… Entre las cuatro parejas que
evolucionan constantemente por escena, destaca la bailarina Yurié
Tsugawa, ella nos brindará también un bello paso a dos, triunfo del
amor entre tanta violencia e incomprensión.
Muchos silencios
alternan con fragmentos musicales de John Cage elegidos como
acompañamiento. La obra, sin embargo, no despierta terror ni piedad,
sino que más bien destila sensualidad con los susurros que acompañan
la ejecución de los danzarines. Una bella pieza en cuanto a danza se
refiere.
La
Stravaganza,
primera obra creada para la compañía americana por Anjelin
Preljocaj en 1997, es un trabajo para 12 bailarines entre los que en
su estreno en Nueva York, estuvieron dos coreógrafos muy conocidos
actualmente, Benjamin Millepied y Christopher Wheeldon, ambos por
aquel entonces en el elenco del New York City Ballet. Con música de
Vivaldi y otros compositores contemporáneos, Anjelin la creó como
canto a la emigración. Siendo él mismo hijo de padres emigrantes,
Nueva York es la muestra perfecta de una ciudad hecha de personas de
origen diverso y pluralidad cultural.
Cuando
los bailarines bailan al son de la preciosa música de Vivaldi, con
vestidos ligeros y amplitud de movimiento, la danza es armónica,
musical, muy bella. En cambio, para el conjunto barroco, se utiliza
una música contemporánea hecha de ruidos estridentes que resulta
difícil de digerir. Cuando ambos grupos se fusionan, La Stravaganza
vuelve a funcionar mejor sin que, no obstante, se logre discernir del
todo qué es lo que pretende el coreógrafo. La transmisión del
mensaje no acaba de funcionar pero, de nuevo, la excelente danza se
hace evidente y convence.
La Stravaganza. Foto: A. Bofill |
Una
corta velada, sin música en directo, a unos precios poco asequibles,
para un programa más adecuado para el Mercat o el TNC. Un Liceu que
apenas superaba la mitad del aforo siendo realmente una lástima ver
tantas localidades vacías. El público asistente el día de
clausura, despidió a la compañía con calurosos aplausos.
¿Se
darán cuenta en el Liceu que allí lo que se demanda es clásico?
¿Podremos ver a alguna de las múltiples compañías europeas, y por
tanto fáciles de traer, que disponen de repertorio variado más
adecuado al coliseo de las Ramblas. Ballet de Stuttgart, Ballet de
Munich, Ballet de Oslo, Ballet Real de Dinamarca, HET National Ballet
y tantas otras. Ballets de repertorio, románticos, clásicos,
neoclásicos, Bournonville, Balanchine, McMillans, Crankos, Liam
Scarlett, Wheeldon, etc., etc., ¿Cuándo tendrán en cuenta a la
danza y sabrán sacarle el partido que le podrían sacar con una
buena programación? ¡No cesamos de preguntárnoslo!
La Stravaganza. Foto: A. Bofill |
Esperamos
a ver qué nos deparará la próxima temporada. La de este año ha
sido tan sumamente pobre que sería muy difícil hacerlo peor y no
tanto por la calidad de las propuestas, sino por la cantidad y la
poca conveniencia de su programación en el Liceu como platos únicos
de una muy pobre propuesta.
Una buena crítica.Totalmente de acuerdo en tu apreciación sobre la poca idoneidad de el Liceu para este espectaculo.
ResponderEliminarEn el Liceo hay hambre de ballet clásico. Si hicieran una "mini" temporada de danza con sus respectivos abonos la gente responderia.
El tema de los precios de las entradas es sangrante.....
Muchas gracias por opinar!! Y celebro que coincidamos. Sé que som molts que opinem el mateix en quant al Liceu i la programació en dansa.
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