Jeffrey Cirio en Manon. Foto: Laurent Liotardo |
Cuando uno va a ver al English National Ballet (ENB) en el London Coliseum, o donde sea, ya da por hecho que la técnica de los bailarines será más que buena, aunque el cast de esa noche no sea con las estrellas más conocidas de la compañía como son el mejicano Isaac Hernández, Jurgita Dronina o Alina Cojocaru, eso por no hablar de Tamara Rojo, que también es la directora artística del ENB.
Judit Jordana Pons
La noche del 18 de enero llenaban el famoso coliseo británico para la función de Manon el reparto encabezado por la japonesa Erina Takahashi, el americano Jeffrey Cirio como Des Grieux y el también estadounidense Daniel McCormick como Lescaut, que el año pasado ganó el premio Emerging Dancer Award de la misma compañía.
El ENB en Manon. Foto: Laurent Liotardo |
A veces es bueno ir a ver un ballet que no es tan famoso como los grandes clásicos y que lo interpretan bailarines que tampoco tienes muy conocidos. Si la calidad es buena, el factor sorpresa aporta riqueza a la noche, y así fue. En el primer acto ya quedé prendada de Lescaut, ¡qué conexión con el público tiene McCormick! De técnica implacable y potencia de salto, el bailarín de San Francisco es un gran actor. Consiguió que toda la platea del London Coliseum se rindiese a sus hazañas y el público no podía contener la risa. Y cuando la audiencia va al unísono y está dentro de la obra, es maravilloso. Siempre digo que de nada sirve un bailarín con mucha pierna y salto si luego no expresa nada. Ya no son bailarines, son gimnastas. Pues bien, todo el elenco de aquella noche del English National Ballet se merece un 10 en interpretación.
Un ballet no funciona sin su cuerpo de baile, por muy buenos que sean los bailarines principales. En Manon la compañía entera estaba en la misma onda y lo transmitían. La platea río en el primer acto, estuvo en suspense en el segundo y lloró en el tercero, es el ballet del amor, la decadencia y la pasión. En el famoso pas de deux, Elegia, todos nos sentimos enamorados. Los amantes en su modesto apartamento de París bailaron traspasando la técnica.
El ENB en Manon. Foto: Laurent Liotardo |
Takahashi, que durante toda la obra evidencia su actitud antagónica entre el amor y la riqueza, caía en los brazos de Cirio como un guante, sin esfuerzo alguno, aparentemente para la audiencia, claro está.
Manon se aleja de los 32 fouettés de los ballets clásicos, pero necesita una delicadeza de técnica y expresión que solo los bailarines con mucha alma y pasión consiguen. El ENB nos dejó el corazón en un puño en la última escena, con las bailarinas temblando de hambre y los amantes muriendo de amor.
No hay duda que Kenneth MacMillan, el gran coreógrafo inglés que murió entre bambalinas, era un experto en dramatismo y lo sabía transformar en movimiento. Inspirado por la novela de Abbé Prévost, el coreógrafo supo describir el conflicto de Manon entre su amor por Des Grieux y la necesidad de lujos, así como la descripción que hace con el cuerpo de baile de la sociedad parisina en el primer acto y de la miseria de la colonia de Nueva Orleans en el último acto. De gran ayuda es la música de Jules Massenet interpretada magistralmente por la English National Ballet Philharmonic bajo la batuta de Gavin Sutherland y el destello del vestuario creado por Mia Stensgaard.
De los mejores ballets que he visto ¡felicidades, Tamara Rojo!
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