Sylvie Guillem en Bye de Mats Ek. Foto: Bill Cooper |
Tenía
que ser el Festival Castell de Peralada quien acogiera
en su gira mundial de despedida, a la gran dama del ballet de los
último tiempos. Sylvie Guillem dice adiós a su público con
“Life in Progress”, una coproducción del Sadler Wells y
el Festival Les Nuits de Fourvière de Lyon y éste es
indiscutiblemente EL acontecimiento mundial de este año.
Carolina Masjuan
Y para la
gira de despedida con el público español la gran bailarina ha
elegido el insuperable marco del castillo que acoge a uno de los
mejores festivales. Peralada, donde ella nunca había bailado, ya
podrá poner en un lugar de honor en la lista de los mejores artistas
que han pisado su escenario, a la bailarina francesa con ascendencia
catalana. Sólo, hace ya unos años, el festival programó una
Giselle por la Scala de Milán coreografiada por ella,
pero su danza nunca había iluminado las noches de los jardines del
castillo.
Descansando antes de una actuación. Foto: Getty |
Sylvie
dice que lo deja, que quiere dejarlo cuando aún está en lo más
alto, que quiere que su público la recuerde en toda su plenitud.
Pero ¿será capaz? ¿cómo puede alguien que lo ha dado
absolutamente todo por la danza, arte para el que está
increíblemente dotada, espíritu rebelde, abierto, valiente,
emprendedor, amante de los retos y de los cambios, cómo podrá ella
dejar lo que ha sido su vida?
Según
explicó la misma Guillem "He amado cada momento de los últimos
39 años y, hoy, todavía los amo de la misma manera. ¿Y por qué
parar? Muy sencillo, porque quiero terminar mientras todavía sea
feliz haciendo lo que hago con orgullo y pasión".
Vegana
convencida, luchadora activa por diversas causas a favor de la
biodiversidad y en contra de la violencia y la masacre de muchos
animales en distintos puntos del planeta, ahora tendrá tiempo para
dedicarse a estos nobles fines pero ¿no echará de menos la danza,
la escena y a su público? Veremos….
¿Y
nosotros? ¿Asumimos que esto va en serio? ¿Que ya no podremos
disfrutar de nuestra querida Sylvie? Siempre nos quedaran nuestros
recuerdos... Hemos tenido la suerte de verla en diversas ocasiones
con distintos registros: Programa Béjart
en Fourvière, “Sacred Monsters” con Akram
Khan en el Teatre
Grec de Barcelona,
o esa Manon
en La Scala hace cuatro años de la que hablamos
aquí.
Here & After de Russell Maliphant. Foto: Bill Cooper |
Sylvie, única, con miles de seguidores en todo el mundo, a quienes
ella mima aunque tenga fama de esquiva. No es cierto, su equipo la
protege y Sylvie se deja llevar, pero siempre que se logra acceder a
ella, responde con amabilidad y cariño, sin un no a un autógrafo o
incluso a alguna foto ansiada.
La
noche del viernes, una vez más, la lluvia amenazaba con aguarnos la
fiesta. Como el año pasado, cuando quien debía bailar era Tamara
Rojo y su compañía, el ENB, los relámpagos, truenos y
aguaceros se iban sucediendo en el Alt Empordà y sobre el castillo
de Peralada. La pareja de cisnes, junto con toda su prole recién
nacida - ¡cuan propio habría sido este año programar un Lago con
tanto cisne real en el estanque!- chapoteaban en el agua del lago
aprovechando que ésta caía también del cielo, ajenos al drama que
podría suponer si la lluvia continuaba. Pero los dioses aman la
danza y Sylvie Guillem es la actual diosa indiscutible de este arte,
así que no hay duda de que los hados nos serán favorables y el
espectáculo se hará.
Y
efectivamente el temporal amainó y la danza empezó con la obra que
ha creado Akram Khan para la
ocasión: Techne, con los músicos en escena. Las
piezas de Akram siempre impactan, es uno de los más reconocidos
coreógrafos actuales y muchas compañías se disputan sus obras. En
Barcelona, hemos podido disfrutar de varias de ellas en el Mercat,
en el Grec (como ya mencionamos) así como el año pasado en el mismo
Peralada, cuando vimos Dust creado para el English National
Ballet y ahora con ésta que abre la función. Pieza muy exigente
técnicamente, sobre las relaciones entre naturaleza y tecnología
(el árbol de la escenografía así lo muestra), las cualidades
naturales de Sylvie, junto con su exquisita sensibilidad, la
convirtieron en uno de los momentos más brillantes de la velada.
Duo de William Forsythe. Foto: Bill Cooper |
Siguió
Duo 2015, un extracto reinterpretado de la obra de Wiliam
Forsythe creada en 1996 en Frankfurt sobre música de Thom
Willems. El albanés Brigel Gjoka y el norteamericano
Riley Watts, ambos miembros de la compañía alemana de
William Forsythe, están magníficos en el lenguaje coreográfico del
creador americano. Con una precisión espectacular ambos artistas
interpretan el gesto y el estilo típico de esos tiempos del
coreógrafo. Muy visto, sí, pero ha sido un estilo importante en la
trayectoria de Sylvie, no olvidemos que fue para ella para quien
Forsythe creó el ballet, ahora ya de culto, In the Middle
Somewhat Elevated, cuando ella aún estaba en la Ópera de
París. Momento de descanso obligado y necesario para la
bailarina que estos dos artistas cubren con muy buen hacer.
La
tercera pieza, Here & After, de Russell
Maliphant, otro coreógrafo habitual en los últimos años de la
carrera de Sylvie, es un dúo femenino sobre la música de Andy
Cowton. Acompaña a Sylvie la italiana Emanuela Montanari del
ballet de la Scala de Milán. Un duo muy expresivo y lírico, en el
que la importancia del detalle, del gesto, lleva el peso de la pieza.
Muy compenetradas, la verdad es que es hacia Sylvia adonde se desvía
la mirada, para admirarla, detectar ese giro de cuello, de mano, esa
mirada que nos ha seducido y a la que debemos decir adiós.
El
programa se cierra con el solo creado por Mats Ek para la
bailarina hace cuatro años: Bye, que recuerda en muchos
momentos a ese otro solo que también creó para ella el coreógrafo
sueco, Smoke. Fue en Bye donde observamos a la Sylvie
más emotiva, más comprometida con ese adiós, el cubo desde donde
aparece y desaparece, ahora acompañada por personas cercanas, o con
Sylvie desdoblada mientras evoluciona en la escena, tiene un
significado claro de despedida. Muy a nuestro pesar, esto se acaba,
la función concluye, Sylvie se va, de nuevo a Londres y a seguir con
la gira que a final de año concluirá en Japón, dónde tiene a uno
de sus más fervientes públicos. Adiós, Sylvie, gracias por tanto y
sobretodo, sé feliz…
Techné de Akram Khan. Foto: Bill Cooper |
A
principios de año, con motivo de la entrega del Pemio Lawrence
Olivier concedió una entrevista de la que transcribimos algunos
fragmentos. “Estos 39 años sobre el escenario que ahora se me
premian, han sido años de absoluto placer. Tuve mucha suerte de que
la danza viniese a mí y lo amé absolutamente todo de ella”.
Nacida
en los suburbios de París, hija de un mecánico y una profesora de
gimnasia, empezó a entrenarse con la gimnasia artística a los seis
años y llegó a la escuela de la Ópera de París a los 11 años por
medio de un intercambio. Allí fue, por méritos propios, la niña
mimada de su maestra, Claude Bessy.
Sus
progresos en la escuela fueron en gran parte debidos a que lo que
para otros era difícil, ella lo conseguía sin esfuerzo, obteniendo
la máxima nota en cada examen. Estaba sencillamente “diseñada”
para la danza: proporciones adecuadas, pies perfectos y largas
piernas, ligamentos flexibles y mucha fuerza. Pero también empezó a
ver la danza de otra manera, a sentir que era capaz de expresar pasos
de forma distinta, ampliando la técnica que se le enseñaba. Cuando Rudolf
Nureyev fue
nombrado director artístico en 1983, Sylvie Guillem era la bailarina
más destacada de una generación de grandes bailarinas esperando
lanzar su carrera desde el cuerpo de baile de la prestigiosa
institución. Estaban llamadas a ser sus instrumentos para dotar a
la maison
de un necesario soplo de aire fresco. Sylvie fue bailarina del ballet
de la Ópera de París desde 1984 a 1989 llegando al máximo rango,
el de étoile,
a los 19 años.
Romeo y Julieta con Jonathan Cope en el Royal Ballet. Foto: ARENAPAL |
De
Nureyev dice: “Sin su generosidad, su inteligencia y su visión, no
habría hecho lo que hice”. Pero la proyección que dio Nureyev a
su carrera no impidió que Sylvie se opusiera a algunos de sus puntos
de vista: “Cuando creía que algo era correcto, estupendo, pero
cuando yo pensaba que algo no estaba bien, no estaba dispuesta a
ceder. Por lo tanto discutíamos acerca de algunas de sus decisiones,
por ejemplo a veces por el tipo de partenaire que él quería
imponerme, aunque al final conseguía que nos riéramos de todo eso
porque en el fondo ¡él era tan ingenioso y perspicaz!”.
Su
respeto mutuo y su cariño continuaron mucho tiempo después de que
ella hubiese dejado París. Cuando le llamaba por teléfono para
comentarle cómo iban las cosas en el Royal Ballet, él
respondía “así me entiendes ahora” recuerda Sylvie riendo de
nuevo “era una persona fantástica, un monstruo sagrado”.
Entre
1989 y 2003 hizo carrera como primera figura del Royal Ballet de
Londres con el sueldo más alto pagado jamás a una bailarina en el
Reino Unido pero también allí surgieron las dificultades. Guillem
se fue al Royal Ballet porque le garantizaron que podría tomar sus
propias decisiones pero. “Por qué debería haber dejado la Ópera
de París para encontrarme con los mismos problemas en el Royal
Ballet?” Se lamenta “Mais non.” Esa ha sido siempre su
premisa, el deseo de explorar libremente cada rincón de la danza y
compartir sus descubrimientos con su público.
Techne de Akram Khan. Foto: Bill Cooper |
Cuando
habla de su periodo en el Royal, Sylvie muestra una mezcla de alegría
y frustración. Amaba el repertorio de la compañía pero
constantemente había confrontaciones con el coreógrafo Kenneth
MacMillan, que entonces era como un dios. A Sylvie le gustaba
bailar algunos de sus ballets como Romeo y Julieta y Manon.
Pero no dudaba en mostrar su disgusto respecto a otros como El
Príncipe de las Pagodas que coreografió en 1989.
Sobre
su legendaria habilidad para alzar su pierna en la perfecta posición
de las “seis en punto” que escandalizó por entonces a ciertos
sectores pero que transformó el mundo del ballet, comenta: ‘Hubo
una bailarina en la Ópera de París que era incluso más flexible
que yo, pero utilizaba esa condición sin ningún sentido estético.
Yo intentaba hacerlo de una forma que no fuese vulgar, no como una
“marca de la casa” sino sólo cuando tenía un sentido, cuando
era apropiado hacerlo”.
Toda
la pasión puesta en su arte tuvo como objetivo alcanzar ese ideal de
hacer de la danza un arte comunicativo, implicando a la gente, no una
serie de pasos históricos. ‘Tal vez mi visión del ballet no fuera
la real. Yo lo vivía, lo sentía, disfrutaba, hacía lo que quería
hacer. Sentía un gran placer en la relación que tenia con el
público y trataba de ser inteligente en el nivel técnico que
deseaba y en transmitir las emociones que deseaba. Romeo y
Julieta, Manon, Giselle – no son historias estúpidas. Son
roles fantásticos que tienen una gran carga
emocional. La danza debe emocionar.
Siempre
ha sido y continua siendo un ejemplo de dedicación, llega siempre la
primera a la clase y es la última en irse, grabando cada movimiento
en su mente. Hoy está creando la nueva pieza con Akram Khan acerca
de las relaciones entre naturaleza y tecnología. Es un tema complejo
y la coreografía es intrincada, ambiciosa y rápida.
‘Es esa velocidad lo que me mata’ comenta desplomándose, piernas separadas, doblando su cuerpo hacia adelante desde su pecho para recuperar el aliento. Pero aún se percibe el placer que experimenta creando una nueva obra. "Me gusta la creación, incluso si es algo difícil, siempre es muy emocionante”.
Cuando
decidí hacer una gira final, pensé: “Lo haré con gente con la
que realmente disfruto trabajando”’ Así que además de la
contribución de Khan, Russell Maliphant ha creado un nuevo dueto
para Guillem y Emanuela Montanari; Forsythe está presente con Duo,
para dos chicos bailarines y el programa concluye con Bye, el
impactante solo de Mats Ek con la sonata final para piano de
Beethoven.
Aunque
en escena parece que a Guillem todo le sea tan fácil como siempre,
la disciplina y el esfuerzo requeridos son inmensos. La mayoría de
los días acaba los ensayos cojeando y aplicándose hielo en sus
rodillas y caderas. ‘Tengo que conseguir aguante, repitiendo una y
otra vez. Es doloroso, pero cada vez que consigues avanzar un poco,
sientes que es un poquito más fácil. Es como darte golpes en la
cabeza hasta que ya no sientes más el dolor” comenta riendo. ‘Es
la única manera’.
Será
un año extraño –y aún no sabe qué pasará después. Quizás
hará campaña por causas medioambientales– como la organización
para la conservación marina Sea
Shepherd y la fundación Association
Kokopelli – con las que se ha involucrado de forma
creciente en los últimos años; quizás se implique en el mundo de
la creación. ‘Si surge alguna idea y me atrae, lo haré. No cogeré
algo porque esté asustada por no hacer nada. Esto también lo tendré
que aprender. Ver la vida de otro modo”.
Entrevista
completa aquí
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