Traduccion : Carolina MASJUAN
Alicia AMATRIAIN - Tatiana Foto : J. BENHAMOU / Opera nacional de Paris |
Nacido en Sudáfrica, contratado por el Sadler Wells Ballet por Ninette de Valois, quien le encargó sus primeras coreografías, John Cranko se reveló rápidamente en el mundo de la danza como un auténtico creador. En 1960 tomó la dirección del Ballet de Stuttgart al que convirtió en una de las principales compañías europeas. Fue en el avión que traía de vuelta a la compañía tras una gira y que no pudo aterrizar lo suficientemente rápido debido al mal tiempo, donde John Cranko murió de un ataque al corazón en medio de sus bailarines. Lo esencial de la obra de Cranko es muy significativo del estilo neoclásico de la época y comprende los grandes ballets de repertorio académico, así como muchos ballets anecdóticos como el Príncipe de las Pagodas sobre una partitura encargada a Benjamin Britten, la Fierecilla Domada, y una Belle- Hélène creada en 1955 para Yvette Chauviré para la Ópera de París, así como un Romeo y Julieta que entró en el repertorio de la compañía francesa en 1983.
Obra en tres actos, Eugene Onegin es sin duda uno de los más hermosos éxitos del coreógrafo Sudafricano; el libreto aborda los temas de la pasión atormentada, el honor y el arrepentimiento y no ha envejecido un ápice. La producción de Jürgen Rose ofrece un dispositivo de cortinas a la italiana con un encanto anticuado. El vestuario, dominado por tonos castaños con matices pastel, aporta ligereza en la severidad de la obra y atenúa el carácter sagrado e intimidatorio de este drama común. Musicalmente, Kurt-Heinz STOLZE creó, basado en la obra de Tchaikovsky, un conjunto homogéneo de extractos de las Estaciones, Romeo y Julieta, Caprichos de Oxane y de Francesca da Rimini, ilustrativo y sin pretensiones, que acompaña sabiamente la progresión dramática de los protagonistas principales. En cuanto a la escritura coreográfica de Cranko, se afirma en primer lugar en formidables pasos a dos con una sucesión de portées más sorprendentes los unos que los otros. Regularmente alzada en el aire, la bailarina se encuentra batiendo piernas mientras su pareja atraviesa el escenario sosteniéndola con su brazo. Así apoyada y con un cambré extremo, se lanza hacia atrás, recuperada in extremis por el bailarín, quien también, de golpe, encadena una nueva figura. Pero el toque de Cranko va más allá de la simple técnica. Los papeles principales exigen de forma simultánea un virtuosismo agudo y un juego actoral delicado.
Alicia AMATRIAIN - Karl PAQUETTE Foto : J. BENHAMOU / Opera nacional de Paris |
Alicia Amatriain brinda una espléndida lección de danza y teatro. Aquí está todo, una técnica impresionante, un sentimiento psicológico realmente logrado y un arte teatral total en cada simple matiz. La bailarina nos muestra acertadamente la Tatiana del poema de Pushkin, una jovencita soñadora imbuida de lecturas, que cae locamente enamorada de ese hombre al que se atreve a confesar su amor en una carta apasionada. Aún inmóvil, Alicia Amatriain lo expresa todo, como al final del segundo acto, cuando permanece fija y mira con tanto desprecio como frialdad a Onegin que acaba de asesinar a Lenski. No hace ni un solo gesto, pero sabemos que se ha girado definitivamente una página en su vida, en su alma, que ella ya no será jamás la misma. La frialdad de su partenaire contrasta con la pasión que ella no trata de ocultar. Más tarde, la Tatiana de Alicia encarna a una mujer y esposa fiel de la alta sociedad rusa. El amor que le ofrece Onegin está ahora prohibido.
Karl Paquette posee ciertamente el físico romántico requerido, pero sus cualidades dramáticas capaces de dar vida a su personaje, son menores. Buen partenaire, una cierta frialdad bloquea la emoción que también debe generarse de este cínico pero vibrante papel.
La pareja Olga - Lenski empareja a Eve Grinsztajn y Fabien Revillion. La primera bailarina nos ofrece una Olga encantadora, alegre y sin preocupaciones. Disfruta con total plenitud del instante presente y acepta la invitación a bailar de Onegin sin pensarlo dos veces, pero provocando el trágico final del poeta. La danza de la señorita Grinsztajn refleja en cada paso, en cada gesto, la evolución de su personaje, ese juego de las pasiones y las debilidades humanas. Fabien Revillion, sujet en el Cuerpo de Baile, compone un Lenski de buen nivel, muy bien compenetrado con su pareja. Baila con amplitud, musicalidad, facilidad, mucha seguridad y nos ofrece un personaje que atrae de inmediato la simpatía. Christophe Duquenne encarna con credibilidad un príncipe ruso distinguido y marcial. El pas de deux Tatiana/Grémine del baile en casa del Príncipe es de una belleza, una precisión y un romanticismo que dejan sin aliento... Sin lugar a dudas el más fuerte instante de esta excepcional representación.
Alicia AMATRIAIN - Christophe DUQUENNE Foto : J. BENHAMOU / Opera nacional de Paris |
Los conjuntos perfectamente rodados del Cuerpo de Baile son especialmente destacados. Cada bailarín que aparece en el escenario sabe que lleva parte del ballet y se implica en el significado del conjunto. Ya que Onegin está lleno de escenas cortas que tienen lugar al mismo tiempo que la historia de los personajes principales y que vienen a iluminarla y completarla. Esta armonía se ve magnificada por el acompañamiento musical de la orquesta de la Ópera de París, bajo la batuta de James Tuggle.
En definitiva, una muy hermosa velada... Única objeción: no hay ninguna mención específica en el programa sobre la Estrella del Stuttgart Ballet, invitada de último momento de esta serie ... Adjuntar en cada programa un folleto que describa la carrera de la Srta. Amatriain no parece una tarea insuperable y mostraría el respeto que merece a la Ópera Garnier, la estrella invitada.
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