martes, 30 de julio de 2019

El Quijote del Plata en Peralada

El Ballet del Sodre en Peralada. Foto: Toti Ferrer

Después de pisar muchas veces como bailarín el escenario del Festival Castell de Peralada, Igor Yebra vuelve de nuevo al Empordà pero esta vez como director de la compañía uruguaya con sede en Montevideo, el Ballet del Sodre y con una nueva creación para la compañía firmada por Blanca Li: El Quijote del Plata

Carolina Masjuan 

Igor recordó en la rueda de prensa sus distintas actuaciones en el marco del Festival: con Víctor Ullate en el debut de su compañía en Peralada, con el Ballet del Kremlin o en esa Traviata que tan bien recordamos ya que Violeta no pudo morir puesto que la lluvia se lo impidió. Igor bailó la danza que muchas veces desgraciadamente se obvia en la obra de Verdi, pero que por suerte no fue así en esa ocasión y él y María Giménez resplandecieron antes de que las gotas empezaran a caer. 

Sergio Muzzio y Paula Penachio. Foto: Toti Ferrer
La compañía llega del invierno, solo vienen la mitad de los componentes, unos cuarenta ¡fijense!. Junto con el ballet del Teatro Colón y el de Chile, el Ballet Nacional Chileno, son una de las tres mejores formaciones clásicas de latinoamérica. En sus 84 años de historia, la compañía uruguaya ha pasado por muchos altos y bajos pero cuando Julio Bocca tomó las riendas en 2010, la transformó completamente, como pudimos comprobar los espectadores catalanes con su Coppélia en el Liceu, hace apenas tres años y con el conocido bailarín Ciro Tamayo, ahora lesionado y que no ha podido viajar, en uno de los roles principales. 

Veintiocho son los bailarines uruguayos de la compañía que cuenta también con varios españoles y sobretodo, recalca Igor, tienen una cantera que va pisando con fuerza, algo imprescindible ya que si no, no sería sostenible. La financiación es mayoritariamente privada, sólo lo que es la gira es a cargo del budget exclusivo del ballet para todo el año. La gira se hace con lo que se recauda durante las funciones en Montevideo y lo que ahorran.

Igor nos explicó como se llena el teatro en cada función, 14 fueron las del estreno del Quijote del Plata y siempre se colgó el cartel de completo. La temporada ha incluido una Carmina Burana, La Sylphide, Suite en Blanc, Onegin, Manon, ¡vaya repertorio!… Siendo como es, un país caro, las entradas son asequibles, allí se apuesta por la cultura y la educación y el público responde encantado. 

Damian Torío y Kauan Soares con el cuerpo de baile
del Ballet del Sodre. Foto: Toti Ferrer
Igor aceptó inmediatamente la invitación de Julio Bocca. Tras hacer sus adieux en Burdeos y con su escuela en el País Vasco funcionando perfectamente, el bailarín llegó a Montevideo y se encontró con un programa ya casi completo, excepto un título que estaba en el aire y para el que debía encontrar propuesta. El nuevo director tenía claro que haría su entrada como director con algún tema relacionado con la cultura uruguaya y encontró en la historia de Arturo I. Xalambrí, un apasionado de Cervantes y del Quijote, el tema ideal. La colección de Xalambrí, que fue denominada "Colección Cervantina", cuenta con 2.860 obras de las cuales 1.056 pertenecen a diferentes ediciones de El Quijote. Considerada la más importante fuera de España, desde el año 2001 la Universidad de Montevideo tiene bajo su custodia esta importante colección. 

El tema encaja también perfectamente en el Festival de Peralada, que acoge la primera de las funciones de la compañía por tierras españolas -podrá verse luego en distintos festivales como el de Almagro, el de Santander, o del Escorial entre otros-. Peralada, que también alberga en su biblioteca una espectacular colección cervantina considerada como una de las más importantes del mundo a nivel privado, con unos 5000 ejemplares de los cuales más de 1000 son diferentes ediciones de Don Quijote con traducciones a 33 lenguas diferentes, es el marco ideal para este estreno. 

Mel Oliveira, Gustavo Carvalho y Brian Waldrep.
Foto: Toti Ferrer

Una vez el tema resuelto, faltaba encontrar quien lo coreografiara. Igor buscaba a alguien que conociera España y que además contara con un buen sentido del humor y fue la creadora granadina establecida en París, Blanca Li, la designada. Ambos comentaron divertidos como este enorme reto -disponían de apenas cuatro meses para realizar el ballet- se puso en marcha mediante multitud de llamadas via skype, face-time y otras maravillas de la tecnología, para empezar a diseñar el vestuario y decorados con Hugo Millan, iluminación con Pablo Pulido, etc... para que todo estuviese listo cuando Blanca pudiese aterrizar, apenas un mes antes del estreno en Montevideo, para elegir a los bailarines que debían encarnar los roles principales, muchos, de su nuevo ballet y trabajar con todo el elenco in situ. 

Vanessa Fleita y el cuerpo de baile del Ballet del Sodre.
Foto: Toti Ferrer
Para la música al principio se pensó en una partitura original encargada a algún compositor, pero no había presupuesto suficiente, luego Blanca quería recurrir al Quijote de Strauss, pero no le concedieron los derechos y así, al final, la coreógrafa encontró la música idónea para los distintos fragmentos que quería contar -en la gira se escucha en una grabación de la Orquesta Sinfónica del Sodre- en diversos compositores que habían tenido una relación o una inspiración popular con el Quijote. Obras cortas completas de compositores tales como Georg Philipp Telemann, Charles Koechlin, Claude Debussy, Maurice Ravel, Mijaíl Glinka, Camille Saint-Saëns, Emmanuel Chabrier, Nikolái Rimsky-Kórsakov y Alexander Glazunov, componen la banda sonora del ballet. Una partitura difícil para la orquesta que en una hora y media debe cambiar a registros muy distintos, igual que si en un ballet hubiesen cambios constantes de clásico a contemporáneo lo sería para los bailarines. 

En cuanto al estilo, a pesar de que la idea inicial de Igor era que fuese contemporáneo, lenguaje habitual de Blanca, al disponer de tan poco tiempo y dada la altísima calidad técnica de los bailarines, la coreógrafa decidió hacer un ballet más clásico o neoclásico, al igual que ya hizo en su creación para la Ópera de París con Scherezade

Mel Oliveira y el cuerpo de baile del Ballet del Sodre
Foto: Toti Ferrer
Trabajó mucho la parte dramática de cada personaje, así encontró al Quijote ideal en Damian Torio, un bailarín alto y delgado con una buena vis cómica que ella quería incorporar al personaje. Ciro Tamayo, ganador del concurso Certamen Internacional de Danza de Barcelona y conocido por la audiencia catalana ya que además bailó la Coppélia en el Liceu, era Sancho Panza, que en este ballet tiene un peso considerable, pero una desafortunada lesión ha hecho que haya debido ser sustituido recayendo en Kauan Sores la difícil tarea, que él ha resuelto con nota, encandilando a la audiencia con su danza ágil de técnica potente. 

Decía Arturo que los libros son la escalera que te conduce al cielo y esto es lo que vemos al abrirse el telón y que permanece en escena durante toda la función. Con el padre en su lecho, excepto cuando sonámbulo se mimetiza con el caballero de la Mancha, y con su hija atendiéndole amorosa y leyéndole sin parar los fragmentos que se suceden en escena. Al final, cuando Chalambrí, un excelente Sergio Muzzio, en su delirio, está convencido de que él es el Quijote, mueren ambos y es su hija, Paula Penachio, maravillosa en su baile mientras le lee a su padre con esos giros perfectos con el libro en la mano, quien adopta el papel del ingenioso hidalgo. 

El Ballet del Sodre en Don Quijote del Plata.
Foto: Toti Ferrer
Igor comentó como Marcia Haydée asistió al ensayo general comentándoles «tenéis una joya entre las manos» admirada por el tema escogido y por la calidad del montaje. Corrieron a comentarlo a los bailarines quienes, inmersos en la vorágine del estreno, apenas eran conscientes de lo que estaban creando. Evidentemente fue un estímulo enorme que alguien de tal categoría les transmitiera ese mensaje. Es para Igor un orgullo que gracias a este ballet se dé a conocer tan importante personaje de la cultura uruguaya por el mundo. 

El espectáculo es una mezcla de ficción y realidad que ha rememorado el clima de sueño de los grandes títulos del repertorio de ballet clásico. Al igual que Igor, Blanca Li también había actuado anteriormente en Peralada como bailarina en su Jardín de las Delicias

El Quijote del Plata, alterna y complementa dos historias: la del escritor y bibliófilo uruguayano Arturo E. Xalambrí (1888-1975), coleccionista compulsivo de obras cervantinas y especialmente de Quijotes y la historia del mismo Quijote. Durante la estancia del Ballet Nacional de Sodre en Peralada, estudiantes de danza de la zona han participado en una de las clases de la compañía, una actividad prevista en el Campus Peralada 2019. El Quijote ha sido la excusa perfecta para unir a Peralada y Uruguay dos culturas con un patrimonio común: El Quijote de la Mancha

Damián Torío y Kauan Soares. Foto: Toti Ferrer
De las once escenas elegidas por Blanca, unas están más resueltas que otras, el espectáculo va de menos a más. La escena de los molinos, con el cuerpo de baile masculino vestido de blanco con atuendo en forma de aspas es ingenioso y por momentos cumple su cometido, pero creemos que se le podría haber sacado un mejor partido. 

La quema de libros es algo anodina. En la parte de las Cuevas de Montesinos, con la peregrinación de la señora Belerma y sus doncellas, aunque aquí estén todas vestidas de negro, la similitud de algunas escenas del cuerpo de baile con escenas de las willis de Giselle no pasa desapercibida. Aunque hay otros momentos muy originales que cabe destacar.

El ballet se anima considerablemente al llegar a la parte de la boda, con la Quiteria de la magnífica Mel Oliveira y el potente Camacho de Gustavo Carvalho, acompañados por el no menos convincente Basilio de Brian Waldrep. El principio de la escena con el larguísimo velo de la novia sostenido por sus damas, momento tutú precioso éste, nos brinda instantes de gran belleza muy bien resueltos. No hay paso a dos virtuoso si no que el virtuosismo viene por parte de todos, quizás demasiado al mismo tiempo, que no te permite apreciarlo como merece, pero una fiesta, que duda cabe, que el público celebra entusiasmado. 

El final, ya contado, con la muerte de ambos caballeros, el real y el ficticio y la hija tomando las riendas, es el cierre perfecto de la historia. La otra hija, la bailarina Lara Delfino, la monja, personaje real que por cierto vivió en el País Vasco, también aparece en escena acompañando al padre en sus últimos momentos. Los aplausos y pataleos en las gradas del magnífico recinto son la prueba del éxito conseguido por Igor, Blanca y la compañía entera ¡felicidades!





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